Toda la información de este y los futuros posts vienen del libro "Deep Nutrition" de la Dra. Catherine Shanahan, quien es especialista en medicina, nutrición, bioquímica y genética.
En una mundo donde los problemas de salud se han vuelto una epidemia, donde las enfermedades son tan comunes que se les considera parte de la vida diaria, no es sorpresa que surjan tantas dietas que aseguran ser la dieta ideal para mejorar la salud. El problema es que ahora hay tantas dietas que no sabemos cuál elegir, y peor aún son tan contradictorias entre sí que uno realmente no sabe qué creer, y a esto se suma que muchos de los estudios "científicos" son hechos de tal forma que benefician a las grandes industrias para que así puedan vender sus productos, pero a cambio perjudican nuestra salud. Entonces, ¿quién tiene la razón? ¿cuál es la mejor dieta y por qué?
Pues sí existe una dieta ideal, una dieta que mantuvo a nuestros antepasados saludables por miles de años, una dieta que les permitió sobrevivir, una dieta gracias a la cuál nosotros estamos aquí. Hace tiempo la vida se reducía prácticamente a la supervivencia, para ello debías ser saludable, era una cuestión de vida o muerte, si nuestros antepasados no hubiesen tomado las decisiones correctas en cuanto a su alimentación seguramente hoy no estaríamos aquí; su alimentación no sólo era vital para ellos, era vital para las futuras generaciones. Y tenían toda la razón, pues lo que comemos puede alterar nuestros genes y también las de nuestros hijos, incluso las de nuestros nietos
Primero debemos hacer una pequeña y sencilla revisión acerca del ADN, para posteriormente explicar cómo éste se ve influenciado por nuestro ambiente, especialmente por nuestra alimentación:
Cada célula de nuestro cuerpo contiene un núcleo, el cual contiene nuestros 46 cromosomas, y cada uno de estos cromosomas contiene hasta 300 millones de pares de letras genéticas. Los genes ocupan sólo el 2% del ADN, el resto de la secuencia, el otro 98%, es lo que los científicos denominaron "Basura", no porque creyeran que era inservible, sino porque no sabían cuál era su función. En las últimas dos décadas, se ha descubierto la importancia del ADN Basura, éste ayuda a tomar decisiones claves basándose en la información que toma del ambiente, éste determina qué genes deben activarse, qué genes deben apagarse, y en qué cantidad lo hacen.
El alfabeto genético tiene sólo cuatro "letras", A, G, T, y C. Toda la información genética está encriptada en los patrones de estas cuatro letras. Cambia la letra y cambias el patrón, y con eso el significado. Cambia el significado y cambiarás el crecimiento del organismo. Por mucho tiempo los científicos asumieron que la substitución de las letras era la única manera de generar cambios fisiológicos, que estos daños eran permanentes (mutaciones) y se debía a errores del ADN al momento de generar copias de sí mismo, por lo que la salud de los genes dependía del azar.
En las últimas dos décadas, una ciencia llamada epigenética, que quiere decir "encima del gen", nos ha demostrado que, comúnmente, la razón por la que la que diferentes individuos desarrollan diferentes fisiologías no se deriva de substituciones permanentes de las letras del código genético sino de marcadores temporales -etiquetas epigenéticas- que se adhieren a sí mismas a la doble hélice del ADN y modifican cómo los genes son expresados, basándose en la información que se recibe del ambiente, por lo que no está relacionado con el azar. Las fuerzas externas que afectan la función de los genes se pueden descomponer en dos grandes categorías: toxinas y desequilibrios nutricionales. Las toxinas son compuestos dañinos que podemos comer, tomar, respirar, aplicar en nuestro cuerpo (como en el caso de los productos de belleza con químicos), e incluso se pueden fabricar internamente cuando estamos bajo gran cantidad de estrés. Los desequilibrios nutricionales se deben a deficiencias, falta de vitaminas, minerales, ácidos grasos, u otros compuestos necesarios para el funcionamiento de nuestras células.
Un estudio demostró que, efectivamente, el estilo de vida determina la etiquetación epigenética de los genes:
En 2005, científicos españoles prepararon los cromosomas de dos pares de gemelos idénticos, el un par tenía 3 años de edad y el otro 50 años de edad. Usando moléculas fluorescentes de color rojo y verde que se enlazan, respectivamente, a los segmentos del ADN modificados y no modificados epigenéticamente, examinaron los dos pares de genes. Los genes de los niños se veían muy similares. En cambio, los genes de los gemelos de 50 años parecían árboles de navidad con diferentes decoraciones; sus experiencias de vida habían etiquetado sus genes de manera que estos gemelos idénticos, en términos de función genética, ya no eran idénticos.
El principal factor que influye en estos cambios es la comida, puesto que es nuestro medio principal de interacción con el medio ambiente. Por mecanismos no del todo comprendidos, el ADN ha sido programado en algún momento del pasado por marcadores epigenéticos que pueden encender o apagar ciertas porciones del ADN en respuesta a ciertos nutrientes. Esta etiquetación no sólo nos afecta a nosotros, sino que puede ser pasado a nuestros hijos, pero gracias a que el programa epigenético está diseñado para el cambio, con un adecuado ambiente, estos marcadores pueden eliminarse, y podemos "reentrenarlo", alcanzando así todo nuestro potencial genético. Existe evidencia de que esto, efectivamente es posible:
A finales de los año 30, el Profesor Fred Hale de Texas Agricultural Experiment Station at College Station, privó a unas cerdas de Vitamina A antes de la concepción y las crías nacieron sin ojos. Cuando a las madres se les volvió a alimentar con Vitamina A las siguientes crías nacieron con ojos. Sugiriendo así que el desarrollo de los ojos no fue apagado debido a una (permanente) mutación, sino a una modificación epigenética temporaria. La Vitamina A se deriva de los retinoides, los cuales vienen de las plantas, y se activan en la luz solar. Entonces la respuesta de desactivar los genes del crecimiento de los ojos por falta de Vitamina A, es como si el ADN interpretara la falta de Vitamina A como un ambiente sin luz en el que los ojos no serían necesarios.
El Dr. Randy Jirtle de la Universidad Duke estudió los efectos de la fortificación nutricional en una raza de ratones, llamada Agouti, conocidos por su color amarillo y su predisposición para desarrollar obesidad severa y una subsecuente diabetes. Comenzando con una Agouti hembra críada con comida ordinaria para ratón, el Dr. Randy le alimentó con gránulos super fortificados enriquecidos con Vitamina B12, ácido fólico, colina, y betaína, y luego la emparejó con un Agouti macho. En vez de las usuales crías con pelaje amarillo y con sobrepeso a las que normalmente paría, esta vez parió crías con un pelaje marrón y que se desarrollaron normalmente sin problemas de salud.
A finales de la Segunda Guerra Mundial, un invierno inusualmente fuerte y una restricción de alimentos impuesto por los alemanes, causó una muerte por inanición de más de 30 mil personas. Aquellos que sobrevivieron sufrieron de una serie de problemas, incluyendo bajo peso al nacer, diabetes, obesidad, cardiopatía coronaria, y diferentes tipos de cáncer. Un grupo de investigadores holandeses ha asociado esta exposición con el nacimiento de nietos más pequeños de lo normal. Esto es significativo pues demuestra que la dieta de una mujer embarazada puede repercutir al menos hasta en 2 generaciones. A diferencia de los ratones Agouti, que requerían dosis masivas de vitaminas puesto que sus genes habían sido afectados durante varias generaciones, las personas del último ejemplo posiblemente responderían bien a niveles normales o ligeramente encima de lo normal de nutrientes, pues sus genes habían sido afectados sólo por un corto período de tiempo - sólo una o dos generaciones. Esto significa que tenemos una esperanza, en nuestros genes está codificada la información necesaria para llevar una vida saludable, puesto que la mala dieta es relativamente reciente eso significa que nuestros genes no han sido afectados de manera significativa, por lo que tenemos la posibilidad de activar todo nuestro potencial genético por medio una dieta adecuada, y sobre todo proveerles a nuestros hijos los mejores genes posibles.
En el próximo capítulo de esta serie de post sobre la alimentación, veremos cómo la alimentación no influye únicamente en nuestra salud y la de nuestros hijos, sino que además influye en la belleza.
Paz, interesantísimo!!! muchas gracias por compartir tantas cosas, no me cansaré de decírtelo...
ResponderEliminarSaludos desde España,
Raquel
Gracias Raquel, que gusto saber que te gusta todo lo que escribo! =) Eso es realmente una gran motivación.
EliminarUn abrazo
wwooww déjame decirte que te estado leyendo apenas unos días y ya me he hecho tu fan, soy química farmacobióloga y por ende entiendo perfecto el daño que las sustancias químicas le hacen a nuestro cuerpo pero créeme que lo dejas todo tan claro y sencillo para todos los lectores que no me queda mas que felicitarte y agradecerte por compartirnos tus recetas, ya estoy empezando a usarlas ;)!
ResponderEliminarSaludos desde México
Wow muchas gracias por tus lindas palabras, de verdad me dio mucho gusto leer tu comentario, me alegra saber que estoy transmitiendo de manera adecuada este tipo de información.
EliminarUn abrazo :)
Muchíiisimas gracias por compartir tus conocimientos, estás haciendo un enorme bien! Saludos! :)
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